por Farooque Chowdhury y John Bellamy Foster
Esta entrevista de John Bellamy Foster por Farooque Chowdury apareció por primera vez en MR Online en el 01 de abril de 2020. Hemos recibido permiso de los editores para traducirla y volver a publicarla aquí. -BMN y PSU
En el contexto de la devastadora pandemia del coronavirus, John Bellamy Foster, editor de Monthly Review, la famosa revista socialista, habla de la pandemia en relación con la actual condición del capitalismo y la crisis económica, en la entrevista realizada por Farooque Chowdhury a finales de marzo de 2020, que a continuación se presenta. Foster, profesor de sociología de la Universidad de Oregón y autor de numerosos libros sobre temas políticos, económicos y ecológicos, relaciona la pandemia con la economía capitalista, su crisis y el cambio climático.
Farooque Chowdhury: Usted ha analizado y elaborado durante mucho tiempo el concepto de Karl Marx sobre la ruptura metabólica. Hoy, en el contexto de esta pandemia de coronavirus, ¿cómo encuentra la situación desde el punto de vista de su análisis?
John Bellamy Foster: Obviamente, la situación asociada con la repentina aparición del virus SARS-CoV-2 y la pandemia de COVID-19 es desalentadora en todo el mundo. Tanto las causas como las consecuencias están estrechamente relacionadas con las relaciones sociales capitalistas. La teoría de la ruptura metabólica de Marx era una forma de ver las relaciones ecológicas o metabólicas, y en particular las complejas relaciones interdependientes de la naturaleza y la sociedad, desde un enfoque sistémico mucho antes del desarrollo de la ecología de sistemas, que de hecho surgió sobre bases similares. Marx, basándose en el trabajo del químico alemán Justus von Liebig, se centró en la ruptura del metabolismo del suelo. El envío de alimentos y fibras a cientos e incluso miles de kilómetros del campo a la ciudad provocó la pérdida de nutrientes esenciales del suelo, como el nitrógeno, el fósforo y el potasio, que no se devolvieron al suelo sino que terminaron contaminando las ciudades. Esto, sin embargo, tuvo una aplicación más amplia en cuanto a cómo la producción capitalista con su acumulación lineal generó desavenencias o rupturas en lo que Marx llamó “el metabolismo universal de la naturaleza”.
El punto de vista de la ruptura metabólica, que es en realidad el punto de vista de la ecología radical de los sistemas en lo que se refiere a las relaciones sociales (y en particular) capitalistas, es fundamental para comprender la actual pandemia de coronavirus. El biólogo evolutivo, epidemiólogo y filogeógrafo Rob Wallace, autor de Big Farms Make Big Flu (Monthly Review Press, 2016), ha argumentado, junto con su equipo de colegas científicos, que tanto el origen como la propagación de COVID-19 pueden considerarse relacionados con los circuitos del capital (Wallace, et. al., “COVID-19 and Circuits of Capital“, Monthly Review, publicado en línea el 27 de marzo de 2020). El propio capitalismo es el principal vector de enfermedad. Wallace ha explicado que el origen del SARS-CoV-2 y de otros nuevos virus recientes ha sido la penetración más intensiva de la agroindustria en los sistemas naturales, lo que ha generado rupturas en los ecosistemas y entre las especies que permiten el surgimiento de posibles pandemias mundiales. En “Notes on a Novel Coronavirus” (MR Online, 29 de enero de 2020), sostiene que la solución estructural es el forzamiento de “un ecosocialismo que mitigue la ruptura metabólica entre la ecología y la economía y entre lo urbano, lo rural y lo silvestre, evitando que surjan estos patógenos en primer lugar”.
Es importante entender que esta crítica ecológica/epidemiológica no es nueva. El joven Frederick Engels se ocupó ampliamente de las enfermedades y condiciones epidemiológicas prevalecientes en la época de la Revolución Industrial, particularmente sus aspectos de clase, en su Condición de la Clase Trabajadora en Inglaterra, publicado en 1845. Engels señaló el “asesinato social” que dichas condiciones implicaban. Mucho de esto también fue tratado en pasajes de El Capital de Marx. Hace más de un siglo, el aprendiz de Charles Darwin y Thomas Huxley y amigo íntimo de Marx, el zoólogo Ray Lankester, advirtió en un capítulo llamado “Nature’s Revenges” en su Kingdom of Man (1911), que todas las epidemias modernas podían ser rastreadas a las modificaciones humanas de las condiciones ecológicas. “En sus codiciosos esfuerzos por producir grandes cantidades de animales y plantas”, escribió, “… el hombre ha acumulado enjambres antinaturales de especies en campos y ranchos y multitudes antinaturales de su propia especie en ciudades y fortalezas”. El resultado fue el crecimiento de nuevas enfermedades asociadas con parásitos, virus y bacterias. Para Lankester, un agudo crítico del capital, el problema radicaba finalmente en los “mercados” y en los “comerciantes cosmopolitas de las finanzas”. (Para una discusión más detallada de esto, ver mi nuevo libro The Return of Nature: Socialism and Ecology [Monthly Review Press, 2020].)
Sin embargo, las advertencias de Lankester sobre “Las revanchas de la naturaleza” fueron ignoradas en gran medida. Así, escribiendo en Monthly Review en septiembre de 2000, en “Is capitalism a disease?“, Richard Levins argumentó que la falta de comprensión de la creciente amenaza de pandemias de enfermedades se debía al hecho de que “la salud pública convencional no miraba a la historia del mundo, a otras especies, a la evolución y la ecología”. A este respecto, Big Farms Make Big Flu de Wallace fue una contribución importante, explicando que toda la estructura de la agroindustria imperialista debía ser derribada si se quería detener tales epidemias emergentes.
No puede haber duda hoy en el Antropoceno de que el capitalismo está creando rupturas antropogénicas en las especies, los ecosistemas y la atmósfera, generando una crisis socio-ecológica en nuestra época, que en última instancia se debe a las contradicciones del sistema de acumulación. El mismo régimen de capital crea amplias disparidades de clase e imperiales, asegurando que los peores peligros ambientales recaigan sobre los más pobres y vulnerables, mientras que los ricos están relativamente seguros: dando un nuevo significado a la acusación de Engels de “asesinato social”.
FC: Mientras discute la historia económica del medio ambiente de este mundo, su libro, The Vulnerable Planet, cuenta sobre la forma en que la economía capitalista destruye el medio ambiente y la ecología de nuestro planeta y amenaza toda la vida en este planeta. El sistema ha sacrificado la ciencia en el altar del lucro. Ha puesto la ciencia médica, la ciencia natural al servicio de la acumulación de capital. Los hábitats humanos se han organizado de forma irracional e inhumana. ¿Cómo se encuentra la realidad actual -la pérdida de tantas vidas en los países debido a esta pandemia-?
JBF: Cuando escribí The Vulnerable Planet (Monthly Review Press, 1994) hace más de un cuarto de siglo, la motivación para escribirlo fue la preocupación por el cambio climático, la extinción de especies a nivel mundial, la deforestación mundial y la destrucción de la capa de ozono. Parecía claro que sólo podíamos abordar la gravedad de la crisis ecológica planetaria si comprendíamos la economía política del capitalismo que estaba detrás de ella. Un argumento central era que “a medida que la economía mundial seguía creciendo, la escala de los procesos económicos humanos comenzaba a rivalizar con los ciclos ecológicos del planeta, abriendo como nunca antes la posibilidad de un desastre ecológico planetario” (108). Además, esto fue empeorado por un sistema de producción de desechos sintéticos (tóxicos). En el fondo había una lógica restringida y lineal, preocupada sólo por la acumulación, que constituía la realidad estructural del capitalismo monopolista. La colisión entre el capitalismo y el medio ambiente no significaba, por lo tanto, nada más que una catástrofe en el siglo XXI, a menos que la humanidad pudiera cambiar repentinamente de rumbo.
Para mí, la lógica de esto parecía bastante obvia en ese momento y estaba respaldada por un consenso científico emergente. Pero aunque el libro adquirió una considerable reputación en los círculos ecologistas de izquierda, me sorprendió la decidida resistencia a su tesis por parte de la izquierda socialista. Por ejemplo, el geógrafo marxista David Harvey criticó mi libro en su libro Justice, Nature, and the Geography of Distance[1] (Blackwell, 1996, 194-96), sosteniendo de manera contundente que la “proclamación apocalíptica de que el ecocidio es inminente ha tenido una historia dudosa”. Argumentando que las nociones de peligro ambiental global eran exageradas, Harvey añadió: “lo peor que podemos hacer es realizar una transformación material de nuestro medio ambiente que haga la vida menos cómoda para el ser de nuestra propia especie”. Esto provocó un debate entre Harvey y yo en el número de abril de 1998 de Monthly Review.
Sin embargo, al mirar hoy a The Vulnerable Planet después de todos estos años, mi principal autocrítica, que va en contra de la objeción de Harvey, es que, en lugar de exagerar el peligro ecológico que amenazaba si la sociedad continuaba por el camino capitalista, el libro -como resultado de ciertas debilidades metodológicas, en las que no detallaré ahora- no logró abarcar toda la gravedad de la inminente ruptura planetaria. No fue hasta cinco años después, en mi artículo de septiembre de 1999 sobre “Marx’s theory of metabolic rift” en la American Journal of Sociology, que llegué a una crítica histórico-materialista más desarrollada, basada en el redescubrimiento y la elaboración del análisis ecológico de Marx, que abrió el camino a una comprensión más profunda de la colisión entre el capitalismo y el planeta.
De hecho, lo más importante del análisis de la ruptura metabólica desde el principio fue que nos permitió comprender más plenamente la dialéctica negativa del capitalismo y el medio ambiente. Esto condujo a una investigación sistemática, llevada a cabo por numerosos marxistas ecológicos, incluyendo figuras como Ian Angus, Paul Burkett, Brett Clark, Rebecca Clausen, Ryan Gunderson, Hannah Holleman, Stefano Longo, Fred Magdoff, Andreas Malm, Kohei Saito, Eamonn Slater, Del Weston y Richard York, en la dialéctica materialista que subyace al cambio climático, la extinción de especies, la deforestación (dustbowlification)[2], el abuso industrial de animales, el capital fósil, y una serie de otros temas, incluyendo lo que E. P. Thompson había llamado ” exterminismo”. (Para una extensa bibliografía ver Ryan Wishart, et. al. “The Metabolic Rift: A Select Bibliography“, Monthly Review Online).
No obstante, sería un grave error sustituir simplemente una teoría de las contradicciones ecológicas del capitalismo por una teoría centrada en las contradicciones económicas del sistema. Más bien, es importante entender que la crisis ecológica planetaria y el tambaleo de la economía capitalista global son elementos dialécticamente interconectados de la crisis estructural del capital que define nuestra época.
FC: La humanidad mundial nunca ha enfrentado tal situación. ¿Cuál es la salida?
JBF: La única respuesta, como Bertolt Brecht (Tales from the Calendar, Methuen, 1961) declaró hace mucho tiempo, es salir de la casa en llamas. Hoy en día se dice comúnmente en la izquierda que es más fácil imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo. Como resultado del cambio climático, COVID-19, y la crisis financiera en desarrollo del capitalismo global, esto se está invirtiendo finalmente. De repente se ha vuelto más fácil imaginar el fin del capitalismo que el fin del mundo, y de hecho el primero probablemente excluiría al segundo.
El sistema capitalista ha fallado. Ahora la humanidad, en línea con la libertad como necesidad, tendrá que pasar a la lucha por construir un nuevo mundo más sostenible e igualitario, confiando en los medios materiales de que nos dispone junto con lo nuevo y creativo que podemos aportar en un orden más colectivo. Pero esto no sucederá automáticamente. Requerirá lo que Samir Amin en The Implosion of Contemporary Capitalism (Monthly Review Press, 2013, 146) llamó “audacia, más audacia, siempre audacia”. Será necesaria una ruptura revolucionaria no sólo con el capitalismo en sentido estricto, sino también con toda la estructura del imperialismo, que es el campo en el que opera la acumulación hoy en día. La sociedad tendrá que ser reconstituida sobre una base radicalmente nueva. La elección que tenemos ante nosotros es descarnada: la ruina o la revolución.
FC: Gracias por arrojar luz sobre los temas candentes de hoy.
Sobre Farooque Chowdhury
Farooque Chowdhury es un escritor independiente basado en Dhaka. Sus libros en inglés incluyen Micro Credit, Myth Manufactured (ed.), The Age of Crisis y The Great Financial Crisis, What Next?: Interviews with John Bellamy Foster (ed.), Dhakha: Books (2012), 190 pp.
Sobre John Bellamy Foster
John Bellamy Foster, profesor de sociología en la Universidad de Oregón, es editor de Monthly Review, una revista socialista independiente que se publica mensualmente en la ciudad de Nueva York. Su trabajo está orientado a investigaciones críticas de la teoría y la historia, centrándose principalmente en las contradicciones económicas, políticas y ecológicas del capitalismo, pero también abarca el ámbito más amplio de la teoría social en su conjunto. Ha publicado numerosos artículos y libros centrados en la economía política del capitalismo y la crisis económica, la ecología y la crisis ecológica, y la teoría marxista: (con Paul Burkett) Marx and the Earth: An Anti-Critique (2016); The Theory of Monopoly Capitalism: An Elaboration of Marxian Political Economy (Nueva edición, 2014); (con Robert W. McChesney) The Endless Crisis: How Monopoly-Finance Capital Produces Stagnation and Upheaval from the USA to China (2012); (con Fred Magdoff) What Every Environmentalist Needs to Know About Capitalism: A Citizen’s Guide to Capitalism and the Environment (2011); (con Brett Clark y Richard York) The Ecological Rift: Capitalism’s War on the Earth (2009); (con Fred Magdoff) The Great Financial Crisis: Causes and Consequences (2009); The Ecological Revolution: Making Peace with the Planet (2009); (con Brett Clark y Richard York) Critique of Intelligent Design: Materialism versus Creationism from Antiquity to the Present (2008); Ecology Against Capitalism (2002); Marx’s Ecology: Materialism and Nature (2000); (con Frederick H. Buttel y Fred Magdoff) Hungry for Profit: The Agribusiness Threat to Farmers, Food, and the Environment (2000); The Vulnerable Planet: A Short Economic History of the Environment (1999); (con Ellen Meiksins Wood y Robert W. McChesney) Capitalism and the Information Age: The Political Economy of the Global Communication Revolution (1998); (con Ellen Meiksins Wood) In Defense of History: Marxism and the Postmodern Agenda (1997); The Theory of Monopoly Capitalism: An Elaboration of Marxian Political Economy (1986); (con Henryk Szlajfer) The Faltering Economy: The Problem of Accumulation Under Monopoly Capitalism (1984). Su obra se ha publicado en al menos veinticinco idiomas. Visite johnbellamyfoster.org para ver una colección de la mayoría de las obras de Foster actualmente disponibles en línea.
Traducido por Brian M. Napoletano y Pedro S. Urquijo, 10 de abril de 2020.