Estas tesis, que sostienen que se necesita un nuevo movimiento internacional para hacer frente a la pandemia de COVID-19 y sus causas subyacentes, fueron publicadas originalmente por Public Reading Rooms en el Reino Unido. Las hemos traducido y reeditado aquí con el amable permiso de los editores. -RP y BMN, 17/05/2020
1) Vivimos en la era de la pandemia. Vivimos en una era de destrucción ambiental y cambio climático. Ninguno de ellos son desastres naturales -todos son producto del modo de organización actual de la producción y la sociedad-. La pandemia es uno de los muchos desastres emergentes y resultantes del capitalismo tardío, junto con VIH, gripe aviar, el Síndrome Respiratorio Agudo Severo (SARS), el Síndrome Respiratorio del Medio Oriente (MERS) y ébola.
Estas nuevas enfermedades se han desarrollado de manera similar y están asociados al proceso de agricultura capitalista y destrucción ambiental, los cuales a la vez son contribuyentes al cambio climático. La destrucción desenfrenada de la naturaleza por el capital crea las condiciones perfectas para la aparición y propagación de pandemias. La destrucción de las selvas tropicales y el agotamiento de los océanos destruyen los medios de vida de millones de personas pobres, empujandolos a la desesperación. El Amazonas, el pulmón del mundo, se está reduciendo para dar paso a la producción ganadera corporativa. El capitalismo impulsa el motor de la destrucción ambiental y el cambio climático. El virus de COVID-19 y otros virus que emergen en este período son producto de un sistema económico en decaimiento en su fase bárbara; recorren los circuitos del capital. La continuación del capitalismo representa una amenaza mortal para la supervivencia humana en el planeta.
2) La pandemia no solo es una crisis de salud global: también exacerba las crisis económicas y sociales, quienes expresan los límites estructurales de todo el sistema de reproducción social. Expone los profundos pozos de desigualdad que existen entre las personas y las clases en todo el mundo y resalta la opresión de las mujeres, afectadas no solo por la pobreza sino por un oleaje de violencia doméstica a raíz del bloqueo. En los países capitalistas metropolitanos, son la clase trabajadora, los pobres y los vulnerables quienes llevan la mayor carga del virus, desproporcionadamente de las comunidades BAME (comunidades negros, asiáticos y minorías étnicas; N. del T.). En el sur global y en los países oprimidos y colonizados del mundo, la pandemia amenaza la vida de millones. En esos países, los sistemas médicos han sido vaciados y destruidos por los programas de ajuste estructural neoliberales de los años ochenta y noventa. Los programas de privatización exigidos por los gobiernos occidentales han sido una catástrofe para la salud pública. Más de un billón de personas no tienen acceso a un saneamiento adecuado o agua corriente, ni ningún medio para mantenerse a sí mismos durante la pandemia sin salir a trabajar. Necesitamos asegurarnos de que nuestra política reconozca el impacto del virus con respecto al imperialismo, la clase, la raza y el género. Las políticas económicas neoliberales se impusieron luego en toda Europa y más allá, destruyendo los estados de bienestar de la posguerra, privando a los servicios públicos de un financiamiento adecuado, dejando a los sistemas de salud inadecuados para enfrentar la pandemia.
3) El factor más importante en la política mundial es la lucha de los trabajadores, los pobres y los desposeídos para rehacer el mundo: lo más inmediato es defenderse contra la pandemia y la pobreza de sus vidas cotidianas, como resultado de décadas de redistribución de los pobres a los ricos. En esa lucha por defenderse, pueden desafiar la brutalidad del sistema existente y se puede abrir un espacio en el que la posibilidad de crear una nueva sociedad se convierta en realidad. La pandemia ha demostrado vívidamente cual trabajo tiene un valor real en la sociedad y cuál no; a menudo, aquellos cuyo trabajo es más esencial están en los niveles salariales más bajos; esto está claro para todos y puede ayudar a transformar el descontento de los oprimidos en una nueva conciencia. La gente ya sabe que la organización actual de la sociedad está profundamente equivocada. Ya no desean que la vida vuelva a ser como era antes: sienten que el mundo puede y debe cambiarse para satisfacer sus necesidades y las necesidades de la humanidad en su conjunto. Las políticas de emergencia que se han implementado demuestran que existen alternativas; la sociedad y la economía pueden organizarse de otras maneras. La solidaridad social extensa y espontánea, así como la solidaridad internacional material, son ejemplos continuos y esenciales de lo que se puede lograr. Lo que antes era imposible ahora se hace posible. La pandemia indica la posibilidad de poner fin a la subordinación permanente del trabajo al capital.
4) La pandemia es global; no se puede detener en un país. La respuesta de la mayoría de los países al surgimiento de COVID-19 ha sido tratar la pandemia como una serie de crisis nacionales, siempre negándose a aprender de la experiencia de otros; ha incluido la competencia dentro y entre los estados por los escasos recursos médicos y de protección en lugar de la acción colectiva para proporcionar suficiente para todos. El racismo y la reaccionaria insularidad nacional juegan un papel central en este proceso. Cada país tiene como objetivo proteger su propia economía a expensas de los demás y a expensas de la mayoría de su propia población. Por lo tanto, las principales economías capitalistas evitaron tomar medidas preventivas esenciales para detener el virus solo para tener que retirarse en una etapa posterior cuando el daño ya estaba hecho y sus poblaciones habían estado en grave peligro. Pero en una pandemia, ningún país es una isla. La clave para poner fin a las condiciones que dan lugar a esta y otras pandemias radica no solo en poner fin a las relaciones sociales de producción existentes, sino también en poner fin al Estado nación como la forma dominante de organización política y económica. Este desafío no puede subestimarse, pero debe ser abordado y debatido por la izquierda.
5) El nacionalismo reaccionario surgió de la crisis del neoliberalismo. Las estructuras de la globalización capitalista ya no garantizan su propia reproducción. Las estructuras institucionales básicas del orden mundial de posguerra se están desmantelando. Los organismos internacionales están privados de fondos y sus componentes nacionales también están socavados. Para el desarrollo de una economía mundial fue fundamental el establecimiento de organismos como la Organización Mundial de la Salud a través de los cuales la comunidad internacional trató de invertir en la prevención de enfermedades. Ahora estamos presenciando el fin de la bien establecida coordinación internacional; su desintegración expresa bruscamente los límites del capitalismo global.
Trump, que culpa a los chinos por la pandemia, ha sido fundamental en este proceso y encarna el papel cada vez más destructivo de los EUA durante su largo declive como el poder mundial preeminente y la erosión de su hegemonía tras la derrota en Vietnam y el declive económico de la década de 1970. Ha recurrido a su poder militar inigualable para mantener su posición global, mientras que su supremacía económica se ha visto cada vez más desafiada por el surgimiento de China. El imperialismo estadounidense se encuentra en su fase más peligrosa y no se puede descartar una respuesta militar al avance económico de China.
En la Unión Europea, las tensiones han sido alimentadas por la incapacidad de estados como Alemania, Francia y Austria en proporcionar ayuda a Italia cuando éste la solicitó. Esto se extiende más allá de la pandemia hacia las estructuras financieras de la Unión Europea y amenaza su final. Este descenso al nacionalismo ilumina una verdad central: solo sobre una base socialista puede haber integración de las estructuras políticas y económicas de Europa y el desarrollo de una economía mundial que satisfaga las necesidades de la población mundial.
6) Entendemos que el sistema, al intentar resolver sus propias contradicciones internas, entrará en formas cada vez más destructivas y autoritarias a medida que descienda en espiral. Si las fuerzas progresistas y socialistas de la sociedad no logran superar los desafíos creados por las crisis entrelazadas que enfrentamos, entonces el camino será claro para el fortalecimiento de los partidos y movimientos reaccionarios existentes. Orban en Hungría aprovechó la oportunidad presentada por la crisis para pasar del autoritarismo a la dictadura, y en muchos países se están aprobando leyes que limitan ampliamente los derechos, incluidos los derechos reproductivos de las mujeres. En general, el aumento de la solidaridad social y el apoyo a los trabajadores migrantes en cuestión de salud y asistencia social, y otros sectores clave de la fuerza trabajadora representan un retraso para la narrativa racista y antiinmigrante de la extrema derecha. Pero a medida que la crisis de salud disminuya y la crisis económica aumente, la extrema derecha crecerá en fuerza en la medida en que la izquierda no ofrezca una visión alternativa de la sociedad.
7) No puede haber apoyo para aquellos en el movimiento laboral que presentan la lucha contra el virus como una crisis nacional en la que se suspende la lucha de clases; deberían reconocer que la clase dominante busca cooptar el movimiento obrero. Los líderes del movimiento que luchan por los intereses de sus miembros deben recibir todo el respaldo. Pero no podemos apoyar a aquellos que buscan acorralar a la clase trabajadora bajo la subordinación del sistema existente. Las instituciones de la socialdemocracia han fallado en desafiar adecuadamente al capitalismo y al defender sus propios logros -la introducción posguerra del estado de bienestar y la modesta reforma industrial-. De hecho, su aceptación del neoliberalismo en la década de 1990 los hizo cómplices en el ataque del estado de bienestar. La pandemia expone la naturaleza ilusoria de la transformación sistémica a través del cambio social incremental.
8) Reconocimiento de la necesidad y la posibilidad de reemplazar el capitalismo con una economía planificada que satisfaga las necesidades de las personas y proteja a la humanidad y al medio ambiente en su conjunto. Para nacionalizar y asumir la propiedad pública de todas aquellas empresas cuyo funcionamiento es esencial para la sociedad, la intervención estatal actual debe desarrollarse y extenderse para el beneficio de todos en el mundo posterior al virus. Implementar un programa completo de conversión de armas, no solo durante el período de la pandemia, para producir, sostener y enriquecer la vida, no para traer muerte y destrucción.
9) Reconocimiento de la fragmentación de las fuerzas de la izquierda durante muchas décadas. La aceptación de la necesidad de superar esto sobre la base de una comprensión común de las tareas necesarias en el próximo período para enfrentar los desafíos que enfrenta la humanidad. El movimiento socialista debe ser radicalmente rearticulado como una empresa verdaderamente internacional que trabajará para resolver la crisis de acuerdo al interés de la gente. La convocatoria de una conferencia de Zimmerwald -que unió a la izquierda contra la guerra en 1915- para unificar nuestro tiempo a todos los que están preparados para luchar por un cambio fundamental en la sociedad; que entienden la necesidad de renovar el marco estratégico y teórico de la izquierda, además de ir más allá de sus formas organizativas existentes.
10) Millones de personas están desarrollando sus propias ideas sobre cómo deberían vivir sus vidas en el futuro. Ya no están preparados para aceptar la vida como era antes. Existe un entendimiento general de que la provisión de servicios públicos esenciales es una necesidad humana vital y expresa la esencia de la solidaridad entre los pueblos. Todos los seres humanos tienen derecho a la salud, bienestar y a una existencia productiva. La tarea política más urgente es crear un mundo que funcione en interés de todos las personas de nuestro planeta. Nos negamos a apartar la vista de los condenados a la pobreza, el hambre y la enfermedad. Todas las amenazas a la humanidad son de carácter global, por lo que nuestra respuesta también debe elevarse a ese nivel. No puede haber un retorno a la vida “normal”: existe por una parte la construcción de una nueva sociedad o, por otra, un descenso a la barbarie. La pandemia es un llamado de atención a la humanidad. Construyamos un nuevo movimiento internacional.
No hay vuelta atrás.
Traducido por Rebeca Pacheco y Brian M. Napoletano, 17 de mayo de 2020.